El autor examina al inicio los antecedentes históricos de este proceso y subraya que no se limita a la esfera económica —de hecho, también se manifiesta a través de la difusión internacional de las ideas, las instituciones y las formas de vida—, pero concentra su análisis en la internacionalización económica registrada después de la Segunda Guerra Mundial. Definido así su objeto, pasa revista a diversas expresiones de la internacionalización en el comercio, los movimientos de capital, las inversiones, la acción de las empresas transnacionales y otras; además presta especial atención al modo como este proceso ha influido sobre la periferia.
Tomando como base ese análisis, concluye que la internacionalización ha seguido concentrándose en los países desarrollados y que la periferia sólo ha participado en ella de una manera parcial y selectiva, lo que ha impedido que esta última pueda transformarse a imagen y semejanza de los países capitalistas desarrollados. En buena medida, ello obedece al hecho de que la internacionalizución se ha llevado a cabo en una estructura económica internacional donde los centros imponen su sello y dinamismo al sistema en su conjunto. En estas condiciones es evidente que el persistente esquema de relaciones centro-periferia no podrá cambiar con la ampliación del actual proceso de internacionalización, y que para ello será imprescindible alterar de manera sustancial la forma en que la periferia se inserta en la economía mundial.